16 de mayo de 2025
16 de mayo de 2025
FICHA
Autoría: Bruno Faidutti y Serge Laget
Ilustraciones: Naïade
Editorial: Maldito Games
Participantes: 3–6
Edad: +8
Tiempo: 60'
Precio: 40€
Complejidad: 2,2 / 5
Introducción
Una mañana cualquiera, en una tranquila abadía medieval, la paz se ve truncada por el hallazgo del cuerpo sin vida del hermano Adelmo al pie de un barranco. ¿Accidente o asesinato? Este es el punto de partida de El Misterio de la Abadía, un juego de deducción que homenajea abiertamente a El nombre de la rosa, de Umberto Eco, y que debutó en 1996 en Francia con el título Meurtre à l’abbaye, publicado por la editorial de juegos de rol Multisim. Aquella primera edición, que pasó algo inadvertida, fue el resultado del trabajo conjunto de Bruno Faidutti y Serge Laget, y surgió como una fusión entre el clásico Cluedo, de Anthony E. Pratty, y la atmósfera monacal e inquisitiva del best seller italiano, aunque con un tono mucho más humorístico.
Meurtre á l'abbayye estuvo fuera del mercado unos años, pero sus autores creían en las posibilidades de su juego y lo pusieron a libre disposición en Internet. Finalmente, su rediseño y distribución global llegaron en 2002 de la mano de Days of Wonder, que pulió el juego tanto en mecánicas como en estética. Precisamente, esa edición es la que llegó a España en 2005 publicada por Edge, y consiguió ser finalista del premio Juego del Año (JdA).
Ahora, dos décadas después, la editorial norteamericana Mojito Studios reedita este clásico con arte renovado a cargo de Naïade, y Maldito Games se encarga de su edición en castellano. Esta nueva versión no sólo recupera el juego base, sino que incluye también la mini expansión Las Crónicas del Peregrino, once cartas adicionales que mejoran la experiencia lúdica con este juego de deducción e interacción ideal para toda la familia.
Cómo se juega
En El Misterio de la Abadía interpretamos a monjes investigadores que tratan de resolver un crimen ocurrido entre los muros del monasterio. Nuestro objetivo es descubrir cuál de los 24 monjes ha cometido el asesinato. Para ello, comenzamos cada partida ocultando una de las cartas de sospechoso y repartiendo el resto entre quienes juegan. Esta carta escondida es el asesino, y nuestra misión será llegar hasta su identidad a través de preguntas, deducciones y exploración del tablero.
Durante la partida, cada participante realiza su turno siguiendo una estructura clara: se mueve por la abadía, interactúa con otros monjes y activa la acción de la sala donde ha terminado. Podemos mover uno o dos espacios, pero nunca quedarnos en el mismo sitio. Si coincidimos con alguien en una estancia, se produce un «encuentro»: le formulamos una pregunta y, si decide contestar, tiene derecho a hacernos otra a cambio. La clave es que no se puede mentir ni hacer preguntas que obliguen a dar nombres concretos.
Las preguntas giran en torno a características como la orden del monje (benedictino, franciscano o dominico), su rango (novicio, hermano o padre) o su apariencia (con o sin capucha, con barba o sin ella y su complexión). Iremos anotando todo tras nuestra pantalla personal para eliminar sospechosos.
Las salas ofrecen diversas posibilidades: en los confesionarios podemos robar cartas, en el parlatorium accedemos a nuevas pistas, en el escriptorium y la biblioteca obtenemos cartas con efectos especiales, y en la sala capitular podemos hacer «revelaciones» sobre características del culpable o, si ya no quedan cartas por revelar, lanzar una acusación directa.
Cada cuatro turnos se celebra una misa, en la que se pasan cartas entre participantes y se revela un evento que altera el curso del juego. El ritmo, por tanto, se renueva cada poco tiempo, manteniendo la atención y el dinamismo en cada ronda.
El juego termina cuando alguien acierta el culpable o se agotan las cartas de misa. Las puntuaciones se ajustan en función de las revelaciones correctas e incorrectas, y una acusación falsa puede restar puntos e incluso llevarnos a «penitencia», es decir, perder un turno.
Valoración y conclusión
El Misterio de la Abadía destaca por su capacidad para crear una experiencia lúdica rica y accesible, construida sobre mecánicas clásicas de deducción, pero con un giro distintivo. La ambientación en una abadía medieval le otorga personalidad propia, y el humor sutil con el que está impregnado todo –desde el voto de silencio hasta las penitencias por despistes o travesuras– le da un tono informal que invita al juego relajado.
Uno de sus grandes aciertos es el sistema de preguntas, que fomenta la deducción sin caer en lo evidente. Preguntar por características, en lugar de nombres, obliga a pensar con más sutileza y a tomar notas de forma metódica. Esto genera una mejor dinámica de investigación, menos dependiente del azar y más interactiva. Además, el hecho de que no se pueda mentir hace que cada respuesta sea una pieza valiosa del rompecabezas, lo que refuerza la sensación de estar ante una auténtica investigación lógica. Esta mecánica transforma cada turno en una pequeña escena de interrogatorio, donde las deducciones se construyen paso a paso y cualquier despiste puede ser aprovechado por el resto.
También resulta muy interesante que el juego no se resuma en una simple acusación final. En otras palabras, ganar requiere equilibrio: hay que acertar el asesino o acumular suficientes revelaciones parciales correctas. Esta doble vía para sumar puntos permite que personas menos perspicaces, pero más constantes, puedan imponerse al final, lo que añade profundidad y mantiene la tensión hasta el último momento.
La edición que ahora presenta Maldito Games, basada en el trabajo de Mojito Studios, mejora notablemente el juego original. El diseño gráfico renovado de Naïade aporta frescura sin perder el tono temático, y los componentes demuestran un acabado excelente: el grosor de las cartas es especialmente reseñable, aportando durabilidad y una gran sensación en mesa. Además, se incluye una mini expansión que añade nuevas posibilidades sin complicar el sistema base, lo que se agradece especialmente en juegos de corte familiar.
En el lado menos brillante, algunos elementos pueden resultar confusos si no se explican con claridad, especialmente las acciones de las distintas salas. Aunque el tablero ayuda con recordatorios visuales, es fácil que jugadores noveles se sientan perdidos si no reciben una buena guía inicial. Además, las partidas pueden alargarse un poco más de lo previsto si nos enredamos demasiado en nuestras deducciones o en las dinámicas de pregunta-respuesta, que en ocasiones ralentizan el ritmo.
Por último, aunque su carácter familiar es una virtud, para personas más experimentadas la propuesta puede quedarse algo corta en cuanto a profundidad táctica o variabilidad entre partidas. Aun así, el añadido de la mini expansión Las Crónicas del Peregrino y la posibilidad de introducir reglas caseras (incluye alguna carta en blanco) amplían su recorrido para quienes deseen un poco más de complejidad o personalización.
El Misterio de la Abadía es un juego ideal para quienes buscan un título accesible pero ingenioso, con una ambientación carismática y un tono desenfadado que invita al disfrute tanto como al razonamiento. Esta nueva edición pule detalles estéticos y mantiene viva una fórmula que sigue funcionando casi treinta años después.