3 de septiembre de 2025
3 de septiembre de 2025
FICHA
Autoría: Kasper Lapp
Ilustraciones: Marco Armbruster
Editorial: SD Games
Participantes: 2–7
Edad: +8
Tiempo: 10'
Precio: 11,95€
Complejidad: 1 / 5
Introducción
¡Ding! es un juego de cartas diseñado por Kasper Lapp, el mismo autor de la popular franquicia Magic Maze, y llega bajo el sello de SD Games con una propuesta tan simple como divertida: ser la primera persona en deshacerse de todas sus cartas. Lo que podría parecer un juego más de bazas o descartes, rápidamente se transforma en una experiencia hilarante gracias a su mecánica central: hay que prestar atención a los gestos, las palabras o las acciones del resto para gritar «¡Ding!» y jugar una carta fuera de turno.
Publicada originalmente el año pasado por la editorial alemana HUCH! y distribuida en diferentes países europeos, esta edición se suma a la creciente tendencia de party games rápidos, accesibles y con altas dosis de interacción.
Cómo se juega
Para empezar una partida de ¡Ding!, lo primero que hacemos es barajar todas las cartas y repartir ocho a cada persona, que mantendrán en secreto en su mano. Luego, dejamos el mazo en el centro de la mesa y sacamos una carta bocarriba, que será la primera de la pila de descartes. Y ya podemos empezar a jugar.
Durante nuestro turno, tenemos que fijarnos en la carta que está arriba del montón de descartes. Para poder jugar una de nuestras cartas, esta debe tener el mismo número o el mismo color que esa carta. Por ejemplo, si hay un 4 azul en la mesa, podemos tirar cualquier otro 4 o cualquier carta azul. Si no tenemos ninguna que coincida, simplemente robamos una del mazo y pasamos el turno.
Pero lo más divertido del juego no ocurre solamente en nuestro turno. En cualquier momento –incluso cuando no es nuestro turno– podemos gritar «¡Ding!» y jugar una carta si se cumple una de las condiciones especiales que vienen indicadas en nuestras cartas. Estas condiciones están relacionadas con lo que hace el resto de participantes o con lo que está ocurriendo en la mesa.
Por ejemplo, puede que tengamos una carta que nos permita jugarla si alguien menciona un color, si alguien se rasca la cabeza, si suena un teléfono, si alguien habla sobre el tiempo o incluso si alguien pregunta de quién es el turno. Hay condiciones muy variadas, y eso nos obliga a prestar atención a todo lo que pasa durante la partida.
Cuando creemos que se cumple una de esas condiciones, decimos «¡Ding!» y tiramos la carta. En ese momento se para la partida. Tenemos que explicar por qué hemos jugado esa carta; es decir, qué ha ocurrido que nos ha permitido hacerlo. Si todo el mundo está de acuerdo, la carta queda jugada. Pero si piensan que nos hemos colado y que la condición no se cumplía, tendremos que volver a coger la carta y, además, robar otra como castigo.
Una vez resuelto el «ding», el turno continúa normalmente. Eso sí, si alguien juega una carta con «ding», el turno pasa directamente a la persona que viene después, no vuelve a la persona que tenía el turno antes. Esto hace que la partida avance de forma muy dinámica, con interrupciones constantes y muchas oportunidades para colarnos.
El juego sigue así, entre turnos normales y «ding» inesperados, hasta que alguien consigue quedarse sin cartas en la mano. Esa persona será la ganadora de la partida. Y como el juego es tan rápido y fácil de preparar, lo normal es que juguemos varias rondas seguidas.
Valoración y conclusión
¡Ding! es un juego que brilla por su capacidad para generar situaciones divertidas en muy poco tiempo y con muy pocas reglas. Su sencillez es uno de sus mayores aciertos: en apenas un par de minutos cualquiera puede entender cómo se juega, lo que lo convierte en una excelente opción para iniciar a personas que no están habituadas a los juegos de mesa. Además, al tratarse de un título con mecánicas familiares, que recuerdan a juegos clásicos de descartes como el ¡UNO!, todo el mundo se siente cómodo desde el primer turno.
Sin embargo, la gran diferencia con otros juegos similares está en su mecánica de «ding», que transforma una estructura tradicional de turnos en una experiencia mucho más dinámica y participativa. En ¡Ding! estamos atentos constantemente, no sólo a nuestras cartas; sino a lo que hacen, dicen o incluso cómo se mueve el resto. Esa vigilancia constante genera una tensión divertida y, sobre todo, una interacción social altísima que favorece las risas, las sorpresas y la improvisación.
El ritmo rápido del juego es otro de sus grandes atractivos. Las partidas rara vez superan los diez minutos, lo que permite encadenar varias rondas o utilizarlo como un filler perfecto entre juegos más largos. También destaca por lo bien que escala: funciona igual de bien con tres personas que con siete, aunque es cierto que cuanto más numeroso sea el grupo, más frecuentemente se producen los «ding» y, por tanto, más caótica y divertida se vuelve la experiencia.
Ahora bien, no todo es positivo. Es importante tener claro que ¡Ding! es un juego que depende muchísimo del tipo de grupo con el que se juegue. En mesas más calladas, serias o donde todo el mundo no se conozcan bien, el juego puede perder gran parte de su gracia. También puede no ser del gusto de quienes prefieren juegos con mayor control, planificación o profundidad estratégica. Aquí el azar, la observación y la picardía mandan. Además, en partidas con niños pequeños o con personas con dificultad para reaccionar rápido, puede volverse frustrante si alguien acapara toda la acción.
Aun con esas limitaciones, el juego consigue algo muy valioso: convertir cualquier situación en una posible oportunidad de juego. Desde una pregunta inocente hasta un gesto involuntario pueden ser el detonante de un «ding», y eso lo convierte en un título muy rejugable, ya que cada partida será distinta.
En definitiva, ¡Ding! es un juego que funciona especialmente bien en ambientes distendidos, con grupos de amigos o en reuniones familiares donde haya ganas de reírse y estar pendientes unas personas de otras. Su mezcla de rapidez, sencillez y participación constante lo convierte en un buen filler para cualquier ludoteca. Eso sí, hay que tener claro que no es un juego para tomarse en serio, ni para buscar estrategias complejas: aquí se viene a observar, improvisar, engañar un poco y, sobre todo, a pasarlo bien. Y en eso, cumple con creces.