6 de noviembre de 2025
6 de noviembre de 2025
FICHA
Autoría: Miguel Bustillo y Pablo Jiménez
Ilustraciones: María Eiriz
Editorial: Buscalume
Participantes: 2–6
Edad: +8
Tiempo: 15-25'
Precio: 15,95€
Complejidad: 1 / 5
Introducción
The Last One es un juego de cartas ágil y directo que plantea un reto tan sencillo como tenso: ser la última persona capaz de jugar una carta. Para lograrlo, tendremos que gestionar con inteligencia nuestra mano de números, colocándolos en dos filas comunes (una en orden ascendente y otra en descendente), mientras vigilamos de cerca los movimientos de los demás y tratamos de no quedarnos sin opciones.
A pesar de su apariencia minimalista, el juego genera un ritmo dinámico que se alimenta del azar moderado y de decisiones tácticas constantes. Saber cuándo jugar una carta alta, cuándo arriesgar con un robo o cuándo forzar a otra persona a actuar en falso puede marcar la diferencia entre quedar eliminado o seguir en la partida. La propuesta, sencilla pero eficaz, combina rapidez, tensión y una pizca de interacción para construir una experiencia que invita a la revancha inmediata.
Cómo se juega
En The Last One nos sentamos alrededor de la mesa con una única misión: ser la última persona que aún puede jugar una carta. Para ello, repartimos diez cartas a cada participante, y colocamos en el centro seis cartas especiales que forman la zona de juego. Dos de estas cartas señalan las filas principales: una denominada con el símbolo "+", en la que colocamos cartas en orden ascendente; y otra con el símbolo “–”, donde las cartas deben ir en orden descendente. En cada turno, jugamos una carta en una de esas dos filas, siempre respetando la lógica del número: en la fila “+” solo podemos colocar una carta de valor superior a la anterior, y en la fila “–” una de valor inferior.
Si podemos colocar más de una carta, elegimos cuál jugar, sopesando si nos conviene liberar nuestra mano rápidamente o conservar ciertas cartas para turnos futuros. Algunas cartas, además, vienen acompañadas de efectos especiales que se activan al colocarlas. Estos efectos nos permiten robar cartas del mazo, forzar a los rivales a hacerlo, intercambiar cartas con otras personas o incluso añadir cartas a nuestra mano desde la reserva. Son pequeñas interferencias que pueden cambiar el rumbo de una partida, ya que bien usadas pueden dejarnos en ventaja o empujar a alguien a la eliminación.
El turno pasa de una persona a otra de forma continua, hasta que alguien no puede jugar ninguna de las cartas que tiene en la mano (porque no encajan en ninguna de las dos filas) o se queda sin cartas. En ese momento, queda eliminado. El resto continúa jugando hasta que solo queda una persona en pie, que será la ganadora de la partida. Las reglas no contemplan un empate: siempre hay un último jugador capaz de hacer una jugada válida.
En la práctica, esto nos obliga a planificar con cierta antelación, intentando imaginar qué cartas podrían estar en manos de los demás y qué margen de maniobra tenemos en cada fila. Jugar una carta demasiado pronto puede cerrarnos opciones futuras, mientras que aguantarla demasiado puede hacer que nos bloqueemos antes de tiempo. Esta tensión constante, unida a partidas cortas y dinámicas, crea un ritmo que engancha desde el primer turno y que, sin darnos cuenta, nos hace pedir inmediatamente la revancha.
Valoración y conclusión
The Last One destaca por su agilidad y por la claridad de su propuesta: un juego que se explica en dos minutos y se disfruta en partidas rápidas pero intensas, donde la toma de decisiones y el azar se entrelazan constantemente. La sencillez de sus reglas lo convierte en una opción ideal para grupos intergeneracionales o para introducir a nuevas personas en el mundo de los juegos de mesa.
El sistema de colocación numérica ascendente y descendente, que puede parecer simple en un primer momento, gana en interés cuando se añade el componente de eliminación directa, ya que cada turno puede ser el último si no se juega con cierta cautela. Esta estructura genera una tensión creciente que se mantiene hasta el final de la partida y crea momentos de expectación, especialmente cuando solo quedan dos contrincantes enfrentados y cada carta jugada puede decidir la victoria.
Sin embargo, esa misma ligereza puede volverse en su contra si se busca una experiencia más profunda o estratégica. El azar en el reparto de cartas tiene un peso notable, y aunque hay margen para tomar decisiones, en muchas ocasiones el desarrollo de la partida dependerá más de lo que nos llega a la mano que de una planificación a largo plazo.
Además, en partidas con muchas personas, el ritmo puede ralentizarse si alguno tarda en decidir o si la interacción entre turnos es limitada, lo que puede restar algo de dinamismo al conjunto. Aun así, el juego no pretende ser un desafío cerebral, sino una propuesta desenfadada con la dosis justa de táctica y malicia, en la que el objetivo no es optimizar una estrategia compleja, sino resistir mejor que el resto.
Precisamente ahí reside su mayor virtud: The Last One no engaña a nadie. Ofrece lo que promete (una competición rápida y directa con reglas simples y eliminaciones tensas) y lo hace con coherencia, buen ritmo y un formato que invita a la repetición. Si se acepta por lo que es, sin exigirle más de lo que busca ser, funciona como un juego eficaz, entretenido y con el encanto de aquellos títulos que se sacan a mesa con frecuencia y sin complicaciones.