8 de julio de 2025
8 de julio de 2025
FICHA
Autoría: Elan Lee, Matthew Inman y Shane Small
Ilustraciones: Matthew Inman (The Oatmeal)
Editorial: Exploding Kittens
Participantes: 2–6
Edad: +7
Tiempo: 20'
Precio: 24,99€
Complejidad: 1 / 5
Introducción
Si hay un título que revolucionó el mundo de los juegos de cartas en la última década, ese fue Exploding Kittens. Con un humor absurdo, gatitos explosivos y una campaña de financiación histórica, se convirtió en un fenómeno mundial. Ahora este universo acaba de dar el salto al tablero en una versión que mantiene el espíritu original, pero lo lleva más allá, con un tablero desplegable en 3D y nuevas mecánicas que hacen que cada partida sea aún más caótica y divertida.
Exploding Kittens: El Juego de Tablero no es simplemente una adaptación; es una reinvención que conserva lo esencial: tensión, risas y explosiones, pero introduce una dinámica de carrera con movimientos calculados, trampas ocultas y un tablero que cambia de cara.
Cómo se juega
En esta versión de Exploding Kittens, todos comenzamos en el arenero, listos para avanzar por un camino lleno de casillas numeradas y trampas explosivas. El objetivo es llegar a la meta con un movimiento exacto, como en el clásico juego de la oca. Para lograrlo, contamos con cartas de acción y cartas de movimiento que gestionaremos durante nuestro turno.
Cada participante recibe cinco cartas de acción al comienzo. En nuestro turno, podemos jugar todas las cartas que queramos –o ninguna– y luego debemos robar una carta de movimiento. Esta nos indicará cuántas casillas avanzar o si debemos realizar una acción especial como voltear el tablero.
El movimiento es obligatorio y, al avanzar, pueden suceder varias cosas: si caemos en una casilla con número, robamos esa cantidad de cartas; si aterrizamos en una casilla donde se encuentra la ficha de otra persona, simplemente la saltamos; pero si terminamos en una casilla de Exploding Kitten, explotamos… a menos que tengamos una carta de desactivación.
Explotar no nos elimina del juego, pero sí tiene consecuencias inmediatas: intercambiamos nuestra posición con la persona que vaya en último lugar y descartamos cartas hasta quedarnos sólo con tres. Además, debemos estar atentos a las cartas de «imán de peligro», que pueden ser colocadas en secreto en el mazo de movimiento y que nos arrastrarán directamente a una casilla de explosión.
Una de las grandes novedades es el tablero reversible. Algunas cartas nos obligan o permiten voltear el tablero, transformándolo en un escenario mucho más peligroso, con más casillas de explosión y un diseño pop-up espectacular que refleja la furia de un gato cabreado. Pero también podemos volver al estado calmado si jugamos otra carta de voltear.
Las cartas de acción incluyen habilidades como alterar o revelar el futuro (reordenar o ver las próximas cartas de movimiento), intercambiar cartas, movernos sin robar, impedir acciones ajenas o realizar un «megamovimiento». Y por supuesto, las icónicas cartas de gatos iguales que, al emparejarlas, nos permiten robar a otra persona.
La partida continúa turno tras turno hasta que alguien logre llegar a la meta con el número exacto, consiguiendo así la victoria.
Valoración y conclusión
Exploding Kittens: El Juego de Tablero se presenta como una evolución natural del fenómeno que supuso el juego de cartas original. En su paso al tablero, mantiene la esencia caótica y el humor absurdo que lo hizo célebre, pero le añade una capa espacial, física y visual que cambia la experiencia sin perder su alma festiva.
Uno de sus grandes aciertos es su accesibilidad. Las reglas son claras, directas y se pueden explicar en apenas cinco minutos. Es un juego que cualquiera puede jugar, desde niños pequeños hasta adultos poco habituados a los juegos de mesa. El flujo de partida es muy ágil, con turnos breves que mantienen el ritmo constante, algo muy valorado en reuniones familiares o encuentros sociales donde la atención no siempre está centrada al 100 %.
El humor, marca de la casa, sigue muy presente. Las ilustraciones de The Oatmeal y las cartas con nombres absurdos y situaciones ridículas consiguen arrancar carcajadas incluso antes de comenzar la partida. El tablero reversible, que se despliega para representar el «modo caos» con un gato furioso, es un acierto estético y también mecánico: introduce un giro radical en la partida cuando entra en juego, elevando la tensión y el riesgo. Esta dualidad entre el tablero tranquilo y el tablero caótico es, sin duda, uno de los puntos fuertes de esta edición de tablero.
Asimismo, la interacción entre participantes es constante y directa. Desde cartas que nos permiten alterar el orden del mazo de movimiento, hasta aquellas que nos hacen robar cartas ajenas o bloquear acciones rivales, el juego fomenta una dinámica de «todos contra todos» muy divertida emulando al juego de cartas. Ahora bien, esa misma interacción puede ser una espada de doble filo: si jugamos con personas poco amigas del conflicto o más orientadas a juegos cooperativos o estratégicos, el tono puede no ser del agrado de todo el mundo.
Y es que, pese a sus virtudes, el juego tiene también algunos puntos débiles. El azar sigue siendo el eje central de la partida. Robar una carta de movimiento puede cambiar por completo nuestra situación, para bien o para mal, sin que podamos hacer mucho al respecto. Las decisiones estratégicas son mínimas y el control sobre el desarrollo del juego es muy limitado. Para ciertas personas esto no será un problema; de hecho, es parte de su encanto. Pero quienes busquen una experiencia táctica o decisiones con peso real quedarán probablemente insatisfechas.
La rejugabilidad, por tanto, dependerá en gran medida del grupo. En sesiones esporádicas, o en grupos grandes y distendidos, el juego funciona a la perfección. En cambio, si lo jugamos repetidamente con los mismos jugadores, la escasa variedad de cartas y la simplicidad de su estructura pueden pasar factura. Es cierto que el tablero reversible introduce algo de variabilidad, pero no la suficiente como para sostener un interés a largo plazo entre personas más exigentes.
En cuanto a la producción, el juego luce bien. Las fichas de personaje, el tablero desplegable y el diseño de cartas están cuidados y cumplen sobradamente su función. Desde el punto de vista físico, se nota el esfuerzo por convertirlo en un producto atractivo tanto en mesa como en estantería. Sin embargo, la estructura del tablero, una vez desplegado en modo 3D, puede ser incómoda dependiendo de dónde nos sentemos. El propio reglamento sugiere sentarse de un lado específico para no perder visibilidad, lo que puede ser un pequeño inconveniente en mesas redondas o muy grandes.
En definitiva, estamos ante un producto que sabe exactamente a qué público se dirige. No pretende ser un juego profundo, ni revolucionario. Es una propuesta ligera, festiva y caótica que se disfruta más cuanto menos se intenta controlar. Y, en ese sentido, cumple con creces su cometido.